El Botijo Sónico: La Buena Vida, las mil caras de la tristeza

por | 12 de diciembre de 2012 | EL BOTIJO SÓNICO | ESPECIALES |

El Botijo Sónico es una colección de artículos donde queremos recordar algunas bandas del cuarto de los trastos rotos y darles otra vez cuerda a fuerza de revisiones muy necesarias para comprender el inmenso y diverso legado del que disponemos.

Hablaremos de artistas que alumbraron el camino que ha puesto a nuestra escena entre las más destacadas e imaginativas del planeta: de Vainica Doble a Décima Víctima pasando por Family, podréis degustar de nuevo, o por primera vez, de platos que muchas veces han sido cocinados en restaurantes clandestinos de seis tenedores. Historia viva de un sendero por el que transita el 99 % de la música que se hace hoy en día.

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La Buena Vida: Las mil caras de la tristeza

En la buena vida hay canciones melancólicas y otra más alegres, pero también es verdad que reconocemos que en el terreno de la tristeza nos desenvolvemos mejor que en otros terrenos. Lo que pasa es que creemos que no hay que no hay que confundir algo triste con algo negativo. A veces la tristeza es reparadora y te ayuda a comprender ciertas cosas que nunca podrías superar por otras vías como la negación o el enfado. La tristeza tiene mil caras.”

Magistral definición del estado de ánimo que transmiten La Buena Vida a través de sus discos, no se me ocurre mejor manera de comenzar esta revisión que recordando el testimonio de sus propios componentes hacia el poder regenerador de su música. Una forma de entenderla que, a lo largo de más de dos décadas, nos ha dejado una de los discografías más imprescindibles que se recuerdan, y no solo entre los límites pirenaicos.

Nacidos en 1988 desde la playa que ilumina San Sebastián, La Buena Vida arranca mucho antes de publicar su primer disco, rodándose durante cuatro años antes de embarcarse a la aventura. Formación inicialmente compuesta por Irantxu Valencia como solista principal, Mikel Aguirre y los hermanos Borja y Javier Sanchez a las seis cuerdas y el tándem formado por Raúl Sebastián y Pedro San Martín en la parte rítmica, estos seis amantes de la música de los ’80 -de Felt a Primal Scream- y los ’60 -de Love a Nick Drake- difícilmente podrían imaginarse lo lejos que llegarían en sus futuros pasos entre las sendas del indie estatal. Historia inevitablemente enmarcada dentro del “Donosti sound” y el sello discográfico Siesta, estos se convertirán en protagonistas principales que ayudarán a entender la magnitud de La Buena Vida en el devenir del pop actual.

Buscando el primer hecho fundamental en las crónicas que acompañan a La Buena Vida, éste vendrá de la mano de Ibon Errazkin, que dará el empujón definitivo para que La Buena Vida empiece a convertirse en toda una realidad. Fundador no solo de Aventuras de Kirlian, luego Le Mans, Ibon también tenía entre sus cometidos estar al frente de Daily Planet, una banda de corte instrumental a la que también pertenecían dos miembros de La Buena Vida -Pedro y Borja-. Al enviar sus canciones a Siesta, Ibon aprovecha e incluye también una maqueta de La Buena Vida. Este hecho, marcará la explosión del grupo que inmediatamente es invitado a sustituir a Family en la fiesta del sello celebrada el 2 de julio en la sala Siroco de Madrid. Exitazo por todo lo alto, la arrebatadora inocencia que destilan temas como “La gran familia”, “Tardes de café” o “Malabares” enganchan a una concurrencia que estaba asistiendo al nacimiento del “Donosti Sound”. Cuño que se aplicó a bandas como Family, Le Mans y La Buena Vida, éstas, con razón, nunca estuvieron de acuerdo con esta delimitación geográfica a sus propuestas, sobre todo, si comprobamos, más allá de sus gustos afines, lo intransferible de cada una de éstas por separado. Si a esto añadimos, que el “Donosti Sound” tiene su origen en 1981, cuando el promotor Santi Ugarte decidió plantar cara a “La Movida Madrileña” por medio de tres bandas donostiarras de punk nuevaolero –UHF, Mogollón y Puskarra-, su sentido acaba por diluirse como agua de borrajas.

Vuelta al camino que nos ocupa, La Buena Vida debutan en octubre de 1992 mediante el Ep “Historia de un Verano”. Ocho encantadores minutos de twee-pop correoso, esta obra marca el pistoletazo de salida a una discografía que en sus comienzos bebe deliberadamente de bandas británicas de los años ’80 como The Smiths -“Hoy es domingo”-, Felt -“Historia de Verano”- o Shop Assistants -“Mi Reloj”. Chute de vitalidad en contraposición a la tribu de bandas noise que acaparaban toda la atención durante aquella época floreciente de la música independiente, “Historia de un Verano” es un necesario soplo de aire fresco provisto de una manera de entender el pop desde un enfoque más cercano y cotidiano al que solo antes se habían atrevido a transitar Aventuras de Kirlian, banda de la que tomarán bastantes apuntes, tanto en este disco como en los dos siguientes.

Una docena de temas despachados en menos de media hora, el primer álbum de La Buena Vida sale a la luz en noviembre de 1993 para certificar las buenas maneras apuntadas en su debut discográfico. Siguiendo en la misma línea de pop luminoso ejecutado con gran dinamismo, “La Buena Vida” va aportando matices a su matriz sonora gracias a la voz de Mikel -solista en “Como en cualquier lugar” y “Bar-comedor”-, la saudade-pop que rezuma “La pandilla”, la huella New Order que propulsa la base rítmica de “El mundo es un pañuelo” y el pop sesentero encerrado en “Secretos”. Pero si por un corte se recordará siempre esta obra, ese será, sin duda alguna, “En bicicleta”. Primer clásico remarcable del sexteto, con esta rodaja de pop cítrico, heredado de Orange Juice, demostrarían que quien hubiera apostado por ellos durante estos años de aprendizaje, tenía una mano ganadora para el futuro.

Disco notable y esperanzador, “La Buena Vida” tendrá una continuación de relieve gracias a su siguiente Lp, con un jugoso entremés como perfecto amenizador de la espera entre ambos álbumes. Compuesto de temas con dos o más años de antigüedad, el Ep “Mira a tu Alrededor” es pura melancolía vitaminada de primer orden. Mediante un ráfaga frugal de twee-pop cálido, este disco arranca de forma inmejorable para luego adentrarnos en un baño de pop delicado a fuego lento casi insinuado por medio de tres brillantes métodos de retorcer la calma. Juguetonas y dulces, “Velomar”, “La gran familia” y “Malabares” enamoran al primer contacto, demostrando una progresiva evolución, sin movimientos en falso.

Providencial paso adelante, el segundo álbum de La Buena Vida da síntomas de una madurez bien entendida, sin la pérdida de frescura que suele conllevar esta expresión. Otra vez titulado como “La Buena Vida”, al final se le acabará rebautizando comoLos mejores momentos, título del excepcional corte que abre esta obra. Primer disco realmente “importante” en su discografía, en este sensacional segundo paso en largo los donostiarras nos ofrecen más pinceladas a añadir a su paleta de influencias. Con una marcha menos, los paisajes ochenteros van transmutando, con candorosa naturalidad, en un clasicismo donde la melancolía empieza a brotar en nuevos tonos y colores. Letras más graves y menos ingenuas, puntuales arreglos de vientos y cuerdas, las canciones de La Buena Vida van tornando en un pop más trascendental translucido en gemas del calado de “Por vez primera”, “En hora buena” y “Cinco días de invierno”. Temas que indican por donde irán los tiros en su segunda etapa, donde realmente se cubren de gloria es por medio de “Montevideo” y “Noviembre”. Ecos de la Velvet en la primera, Mikel dirige con su sugerente voz una esplendorosa continua fluctuación de melodías de pop añejo que en “Noviembre” alcanzan la sublimación. Será, precisamente, gracias a “Noviembre” la veta por la que se cimentarán las futuras coordenadas musicales que darán vida a “Soidemersol”, una de las cumbres de su trayectoria.

Antes de llegar a esta cima, “Magnesia” se presta a dejarnos con un mono muy difícil de llevar gracias a las virtudes encerradas en su magistral cuarto de hora. Ep a colocar junto a “Medusa” de Los Planetas, “Gente Abollada” (1990) de Surfin’ Bichos y “La Pena Máxima” (2000) de Sr Chinarro, pocas veces la importancia de una obra de metraje corto habrá sido tan significativa dentro de la andadura de una banda musical. Vampirizada por la magia rebosante de “Magnesia”, “Menta y agua” y la vibrante adaptación de “En bicicleta” tampoco andan muy lejos de su brillo contagioso. Como símbolo de distinción para este Ep, Irantxu, Mikel y compañía se empapan más que nunca con un chapuzón en las aguas de pop palpitante creado por New Order, añadiéndole un reconstituyente remozado funk que también se trasluce en, la muy The Smiths, “A pesar del agua”. Primera “obra maestra” en este relato, “Magnesia” les llevará a actuar en Radio 3 con sintomáticas versiones de Marvin Gaye, Chris Montez, Love y, como no, los The Beatles de “Here, there and everywhere”.

Tras este genial paréntesis, entre su primera etapa y la travesía de luces tenues que atravesarán a partir de ahora, varios cambios empezarán a afectar a la formación general con la salida de Borja Sanchez, que más adelante continuará con su hermano en Ama, otro de los tantos proyectos de Javier, precedido por Los Perdidos, The Young Bryan Superstar y El Joven Brian Superstar, por cierto, bandas en las que también recaló Gorka Ochoa, el batería de Le Mans.

Con Irantxu pasando medio año en Londres y Raúl viviendo en Bilbao, el siguiente disco de La Buena Vida se retrasará más de lo deseado, hasta marzo de 1997. Para tan decisivo paso, los miembros de La Buena Vida se hincharán de valentía, decidiéndose a echar el resto, gracias a su necesidad de surcar aguas mayores, mediante el manto orquestal dirigido por el maestro Louis Philippe. Grabado entre julio y octubre de 1996 en San Sebastián, Madrid y Londres, con el apoyo de una multinacional como Polygram para su distribución, el desafío no podía ser más valiente.

Ríos de tinta han corrido sobre esta obra inmortal que, no solo elevó un par de escalones la carrera de La Buena Vida, sino que además, fue clave en expandir el pop de corte sensible y clásico que Le Mans tres años antes ya habían dignificado hasta niveles supremos con “Entresemana” (1994). Propicia puerta de entrada a esta forma de entender el pop sin fecha de caducidad, ni límites marcados por las modas del momento, “Soidemersol” logra llevar sus intenciones a buen puerto gracias a once pruebas de talento descomunal, por las que intentar destacar solo una de éstas entre tan impactante conjunto sería hasta injusto. Del Nick Drake de “Bryter Lyter” (1970) a las Vainica Doble de “Taquicardia” (1984), “Soidemersol” va dejándose acompañar por el arrullo de Serge Gainsbourg, los Beatles del “Sgt. Peppers Lonely Heart’s Club Band” (1967) y la bossa nova de Astrud Gilberto a lo largo de uno de los viajes más inolvidables en la historia de la música española.

Una penosa distribución, provocada por la fijación durante aquellos momentos de Polygram en centrarse en el nuevo disco de Marta Sanchez, no empañarán tan geniales resultados y unas críticas maravillosas hacia una obra con la que La Buena Vida se lo había puesto muy complicado para su siguiente movimiento ¿Cómo se puede afrontar una continuación que cumpla las expectativas tras una obra tan enorme? Complicado, y mucho. Ante la encrucijada de buscar soluciones en su libro de ruta, La Buena Vida deciden retroceder un pasito hacia el latido de pop mancuniano que movía a “Magnesia”, tiñéndolo con un choque entre instrumentación clásica y sintetizadores de factura exquisita donde las guitarras quedan, más que nunca, en segundo plano.

Publicado en abril de 1999, “Panorama” no recibirá el aplauso unánime de “Soidemersol”. Sin llegar a los senderos de excelencia y majestuosidad de éste, en realidad, estamos ante el perfecto “disco de transición”. Repleto de temas para el recuerdo, “Panorama” transcurre por las cuerdas grandiosas de “El largo adiós” y “Surquemos el cielo entero”, el pop herido de “Melodrama”, “Todo se tambalea” y “Tormenta en la mañana de la vida”. Solo por este repoker de temas, ya estaría justificada la categoría de este Lp. Pero hay más, y tanto que sí. El synth-pop a lo Saint-Ettiene de “Guillermine” y el recuerdo a Love en la instrumental “Aquella noche de sábado”, este segundo corte nos demuestra, además, que La buena Vida siempre están alerta en su necesidad de expresarse bajo nuevos prismas expresivos. Tirando de este hilo, en el que las melodías se mueven sin la necesidad de un filtro vocal para magnificarlas, “Odessa” y “Metronome” también certifican que La Buena Vida, aunque a muchos no se lo parezca, es uno de los grupos con más posibilidades expresivas dentro de la música española. Haciendo un punto y aparte en “Metronome”, la aterciopelada capa bucólica afrancesada con la que recubren esta canción digna de Isaas Hayes, es de las que quitan el hipo.

Disco que gana con el tiempo y las escuchas, “Panorama” fue mucho más que un disco menor, eso sí, lo que nos tenían preparado para sus dos próximos largos llegaría a picos bastante más altos. Antes de que aterrizara esta dupla inmortal, “Eureka” (2000) vendrá a funcionar como un respiro que intentaba realizar la misma labor que “Magnesia”, sin conseguirlo. A la conocida “Guillermine”, añaden, en una línea parecida de perfil sintetizado, “Otra vez tú” y un trío de extrañas versiones de rasgos electrónicos de sus queridos Love – “Old man” -, Fórmula V – “Más yo no tengo nada”, ya incluida en la recopilación “Fórmula Independiente” (1997) y “H. Powell”, otro rescate del disco “Freaks Attacks!” (1997) e inspirada en la película “La Noche del Cazador” (1955) de Charles Laughton.

Con la patente “Donosti Sound” agonizando tras el fin de Le Mans, Daily Planet, Parafunk y El Joven Bryan Superstar, la grandeza de La Buena Vida se verá reflejada en como arribará a las puertas del éxito sin la necesidad de esta etiqueta sin sentido. Vuelta a los meandros de la eternidad descrita en “Soidemersol”, “Hallelujah” sale en 2001 como un rayo de luz reparadora. Inmenso y ensoñador, las letras de sus canciones cada vez están en mayor simbiosis con las gloriosas partes instrumentales que, para la ocasión, son izadas a lo más alto por la Orquesta Filarmónica de Praga.

Hermano gemelo de “Soidemersol”, a lo largo de este nuevo trabajo La Buena Vida nos muestran un lado menos apesadumbrado que en aquella obra, sin dejar de hacer de la melancolía un tratamiento sanador para el alma. No puede ser de otra manera ante pináculos de pop supremo e infinito como “Los vientos”, “Desenfocada” y “Qué nos va a pasar”, una de las canciones más brutales sobre una ruptura que se hayan hecho jamás, a la altura de las que se relataban por los terrenos más dolorosos del cancionero de Vainica Doble.

Buscando siempre crescendos mortales en la mayoría de estas once estampas, delimitadas por la laberíntica portada hecha por Javier Aramburu, si hubiera que citar un par de ejemplos, “Solo tienes lo que das” y “Trigo limpio” se circunscriben con desarmante solidez bajo esta fórmula infalible. Clausurado por una pieza tan gigantesca como “Vini, vidi, vinci”, La Buena Vida dejaban con “Hallelujah” uno de los grandes discos de la década pasada. Lo bueno del caso, es que el post-parto de esta obra será mucho más llevadero esta vez. La culpa: “Harmonica” (2002), Ep compuesto con siete descartes de las sesiones de “Hallelujah”, este disco supone también el fin de su relación con Siesta.

Ya en Sinnamonn records, la construcción de un edficio tan alto como “Hallelujah” estará marcada por un día de fiesta en que Pedro San Martín y Jota – Los Planetas – sacan la melodía de una canción que, curiosamente, se acabará llamando “Los planetas”, en la que el mismo Jota pondrá su voz de acompañamiento. Primero de los cuatro singles extraídos de “Álbum” (2003), con éste conseguirán llegar al número uno de ventas de la lista de singles españolas.

Emoción en carne viva, “Los planetas» solo es una de la media docena de inmerecidos regalos que brotan como por arte de magia dentro de una obra que si no llega al calificativo de “clásico instantáneo” es solo por un trío de temas menores como “Aún te puedo ver”, “Deja las tiendas desiertas” y “En un tiempo feliz” que no pueden aguantar el bestial tirón del resto. Coronado por “Un actor mejicano”, “hh:mm:ss”, “Nada debería fallar”, “Rumbo a…” y “No lo esperaba de mi”, la poesía que destilan las canciones que conforman “Álbum” deberían ir con prospecto para los que no hayan pasado la I.T.V. del corazón. Perfecta fusión entre el pulso rítmico de “Magnesia” y la majestuosidad de “Hallelujah”, “Álbum” se queda en un fastuoso término medio entre estas dos obras abarcando, entre otras, desde el rastro epidérmico de Family al guiño azul del Tim Buckley, en su época marcada por el inigualable “Starsailor” (1970).

Último paso de gigante en las andanzas del combo vasco, “Álbum” cierra con su época más perenne e inspirada de la manera que solamente los más grandes pueden hacerlo, llegando a lo más alto sin traicionar sus impulsos vitales. Intentando mantener la racha, “Vidania” se gesta en 2006 sin la misma frescura que sus anteriores trabajos. Aún así, es bastante representativo de la enorme figura que desprende La Buena Vida que un álbum menor para ellos, sin embargo, sea uno de los discos de referencia publicados en aquel año. Menos inspirados, más duros y secos, “Vidania” gira en torno a un piano grave sobre el que se van superponiendo insinuantes farfisas, acolchadas marañas acústicas, violines solitarios y sibilantes steel guitars. Sin sobrar nada, el problema de este disco solo viene por las odiosas comparaciones. En este caso está claro, sus dos anteriores Lps eran mejores porque contenían un buen puñado de temas infinitos. De esta manera, en “Vidania” solo “Calles y avenidas” y “S.O.S.” responden a estos horizontes de grandeza dentro de una obra que va perdiendo algo de interés conforme va transcurriendo su detallista recorrido.

Época de reflexión después de esta ligera decepción, La Buena Vida comenzarán un nuevo trayecto condicionado por el anuncio de Irantxu en febrero de 2009 de dejar la banda. Ya sin la cara y voz más representativa del grupo, pero con el núcleo creativo intacto -Mikel y Javier-, los que quedan deciden seguir adelante con la publicación del single “Viaje por Países Pequeños”. Con Mikel al frente de las responsabilidades vocales, y unas canciones en las que siguen por las pautas sonoras habituales, con un añadido más colorista en su instrumentación, hay que sumar “Año bisiesto” como otro gran tema en el que depositar las esperanzas de lo que iba a ser el anunciado nuevo álbum del grupo. Esta noticia y el cambio de sello a El Volcán, eran indicativo de que La Buena Vida aún tenían mucho que decir, hasta que, de repente, la desgracia se encontró delante de sus narices. Su bajista, uno de los personajes más queridos del indie nacional, Pedro San Martín perdería la vida el 15 de mayo de 2011 yendo a un concierto de Nacho Vegas, Refree y Aias en Burgos. Circunstancia terrible ante la que sobran las palabras, La Buena Vida queda en interrogante tras el fallecimiento del que era el motor de una banda que tuvo la suerte de contar con su decisiva vitalidad dentro de sus filas.

Fin provisional a una modélica trayectoria, no se sabe si en algún momento La Buena Vida volverá como banda. Si no es así, no pasa nada. Siempre nos quedará su inmortal legado. Uno mediante el que pintaron la tristeza de todos los colores imaginables dentro de un refugio, amueblado de conmovedores sentimientos otoñales, al que siempre acudir en lluviosos días de verano o cegadores soles de invierno.

por Marcos Gendre
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5 Comentarios
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Clara
11 años hace

El mejor grupo de pop español de la historia, y diría que de los más influyentes.

plm
11 años hace

Marcos, tus artículos son lecciones de universidad. Gracias por compartirlo con el resto. 🙂

best-ia
11 años hace

Muy fan de esta sección!

Anónimo
11 años hace

Estoy con Clara, el mejor grupo español de siempre.

Anónimo
11 años hace

Gran grupo donde los haya. Por cierto muy buena esta sección.