Luis Brea – Hipotenusa
por Indiespain | 14 de febrero de 2012 | DISCOS | Luis Brea
La saturación del indie era esto. Cocinado a fuego lento en Los Hijos de Han Solo y Los Sitios durante años, poniendo copas a ritmo, con perdón, de ‘esa puta canción de Los Planetas‘, y presentado al mundo con un EP planchado en CD-R (‘De lo dicho, nada’), que transformó a Luis Brea, queriendo o sin querer, en el primer artista del que dicen con propiedad que de indie, nada. En todo caso, post-indie. Y eso porque sus canciones son crónicas urbanas que apuntan al suelo. Nada que ver con el escapismo florido que nos ha tocado vivir desde los 90. Si hay que buscar referencias, mejor acudir al libro de estilo más clásico del pop en castellano, que va desde las ramificaciones canallas de la familia Flores, pasando por Julio Iglesias, hasta Nacha Pop o Golpes Bajos. ¿Ha quedado claro?
Madrileño de Alcorcón, como si eso fuera importante, Luis Brea publica ‘Hipotenusa’ el 14 de febrero, San Valentín, aunque parezca Halloween. ¿Por qué? Por pura inteligencia de esa que obliga a reírse de uno mismo, a hacer arte con la propia desgracia.
El álbum retrata la desgracia humana que vivimos todos de tanto en tanto, cuando actuamos por impulsos y aún creemos que estamos haciendo bien. Estas ocho canciones, más la inclusión final de ‘Dicen por ahí’, son tan madrileñas como ‘El día de la bestia’ de Alex de la Iglesia, pura fotografía de un momento y un lugar, pero también, puro cómic fuera del tiempo y el espacio, aplicable a este momento, a hace veinte años, o seguramente a lo que ocurrirá cualquier noche dentro de otros veinte en cualquier otra ciudad, porque ‘Hipotenusa’ no es costumbrismo, es la realidad contra la que te estrellarás cuando vuelvas a organizar otra fiesta y te des cuenta de que es imposible que la gente no se descontrole y te acaben destrozando la casa y el corazón.
Sin alharacas ni conciencia, es la estructura profunda de tus sábados por la noche, y el rótulo luminoso de tus resacas, pero sobre todo, la sensación de habernos tropezado con una figura que, por fin, no le debe nada a la independencia en la que se ha cocinado.